Resumen
La expresión de sentimientos, emociones y sensaciones mediante el cuerpo es un recurso recurrente cuando las palabras no alcanzan a materializar la significatividad del momento. Por tanto, la danza se considera como una forma de comunicación cuya alta potencialidad expresiva permite que se lleve a cabo el proceso de semiosis ilimitada del que hablan Peirce y Eco, en el que el signo danza es entendido como un instante, que “no se puede interpretar […] sin traducirlo a otros signos —sean o no del mismo
sistema semiótico—” (Zeccheto et al., 2005, p. 205). Por ende, la danza ofrece una amplia gama de respuestas interpretativas, tanto para quien la ejecuta como para quien la observa. Por tanto, la conexión entre la religiosidad y la danza no es arbitraria, pues
ambas son el medio que permite la enunciación de creencias e ideologías que van más allá de la comprensión habitual de los individuos.