Intervención en adolescentes con conductas antisociales
Resumen
Las conductas antisociales ejecutadas por adolescentes han sido motivo de investigación creciente en los últimos años
debido al incremento de su frecuencia o intensidad, es del interés de los profesionales en áreas de salud, psicología,
sociología, derecho y trabajo social, así como de padres, maestros y comunidad en general debido a las consecuencias
que este tipo de conductas conlleva, afectan tanto a quien las comete como a la sociedad en general. Los adolescentes
que se detectan y cuantifican como parte de las estadísticas del país son solo la parte que termino en algún centro
de re-adaptación para menores, sin embargo, son más los que diariamente causan destrucción de propiedad privada,
graffiti, falta a las normas, peleas, incendios, ausentismo de escuela y casa, robos y uso de la violencia física y verbal
que de acuerdo con Kazdin (1988) son las conductas antisociales que más presentan los adolescentes, originando con
esto un deterioro significativo en el funcionamiento diario, las relaciones interpersonales, el rendimiento académico y
alteraciones en los procesos cognitivos. Algunas veces se llegan a confundir algunos de estos comportamientos como
parte de una etapa difícil, en otras ocasiones el contexto en el que suceden tiende a normalizar dichas conductas debido
a la presencia de altos índices de violencia, zonas de pobreza, venta y consumo de drogas, la inadecuada programación
de radio, cine y televisión, familias desestructuradas, etc. (Ruiz-Ordoñez, 2002).
Para comprender mejor esta problemática es necesario adentrarnos en los factores de riesgo y de protección que se
dan a nivel interpersonal, individual y contextual. Mucho se ha investigado sobre la familia como principal predictor de
la conducta antisocial, encontrando que puede ser determinante en la aparición de conductas antisociales en la niñez
y la adolescencia cuando el padre está ausente, hay historial delictivo, hay alcoholismo o drogadicción, existe violencia
doméstica, hay inadecuados estilos de crianza o existen problemas socioeconómicos (Loeber y Dishion, 1984). Otra
variable ampliamente estudiada es la escuela por ser uno de los lugares donde mas tiempo pasan los adolescentes
y que de acuerdo con Farrington, Ttofi y Coid (2009) da lugar al desarrollo o inhibición de las habilidades sociales. Es
la escuela donde se identifican con los que serán sus compañeros, siendo estos muchas veces quienes presionan al
adolescente a participar en conductas antisociales para sentir pertenencia a un grupo evitando así el aislamiento o
rechazo social (Pretty, Andrews y Collett,1994).
Dentro de los objetivos de esta intervención se encuentra el analizar los cambios en la conducta antisocial de los
adolescentes mediante una intervención cognitivo-conductual, para esto se tienen como objetivos específicos diseñar,
implementar y analizar un programa de intervención para adolescentes de 15 a 18 años. Esta problemática se aborda
desde la implementación de un programa de intervención basado en el modelo cognitivo conductual el cual cuenta con
un sustento científico y experimental que lo cualifica como un proceso medible y cuantificable de acuerdo con Reynoso-
Erazo y Seligson (2005) teniendo como principal objetivo el cambio conductual y la modificación de los procesos
cognitivos. El programa estuvo distribuido en 11 sesiones semanales de dos horas impartido en un grupo experimental
de 20 alumnos, también se incluyo un grupo control con igual número de participantes y se realizó un diagnóstico inicial
quedando pendiente el post-test. Los participantes se seleccionaron de una muestra no probabilística de adolescentes
pertenecientes a una preparatoria del norponiente de la ciudad con edades entre 15 y 18 años y puntaje percentil 50
o mas de la escala de conductas antisociales de Seisdedos (2001). Las técnicas empleadas fueron: psicoeducación
(Donley, 1911), reestructuración cognitiva (Ellis, Grieger y Marañon, 1990), moldeamiento (Holland y Skinner, 1961),
role playing (Beck y Mahoney, 1979), inoculación del estrés (Lazarus y Folkman, 1984), habilidades sociales (Segrin,
2009), relajación progresiva de Jacobson (1939) y respiración diafragmática (Speads, 1988). La observación directa,
la retroalimentación y los autorregistros fueron las herramientas principales para la evaluación del proceso terapéutico,
recopilando información sobre la conducta, las emociones y los pensamientos de los participantes.
Los instrumentos seleccionados para el diagnóstico inicial fueron: el cuestionario de conductas Antisociales-Delictivas
de Seisdedos (2001); El Cuestionario de Habilidades de Interacción Social de Monjas (1994); el Inventario de Ansiedad
de Beck (2001); la Escala de Depresión para Adolescentes Mexicanos de Axelrod y Pick (1988); el Inventario de Valores
para Adolescentes Mexicanos de García (1999); La Escala de Percepción de los Eventos Estresantes de Córdova (2000)
y el Inventario de Pensamientos Automáticos adaptado por Ruiz y Lujan en 1991.
Los criterios de inclusión para los participantes de esta investigación eran: tener entre 15 y 18 años; Ser estudiante activo
del CECyT 11, haber obtenido un percentil de 50 o más en el tamizaje de selección y querer participar en la intervención.
Como criterios de exclusión se descartó a aquellos alumnos que por motivos ajenos a la planeación no realizaron el
tamizaje, no cumplían con la edad indicada o no obtuvieron el consentimiento por escrito de sus padres para participar
en el programa. Los grupos experimental y control se conformaron seleccionándolos de manera aleatoria de la muestra
de 136 adolescentes obtenida posterior al tamizaje, participaron 39 alumnos de ambos sexos, de los tres semestres
en curso y pertenecientes a 16 de los 24 grupos que conforman la población estudiantil del turno matutino. El grupo
experimental estuvo conformado por 19 alumnos, 58% de sexo femenino y 42% de sexo masculino y el grupo control se
conformó por el 55% de participantes de sexo femenino y el 45% de sexo masculino, siendo en total 20 participantes.
Como resultados preliminares se presentan las condiciones iniciales de ambos grupos. En los resultados del cuestionario
de conducta antisocial el grupo experimental se encuentra en una media de 67.89 y una desviación estándar de 14.46
mientras que el grupo control tiene una media de 59 con una desviación estándar de 9.54 de una puntuación máxima
de 100, en ambos grupos el 50% de los adolescentes contestaron positivo a la pregunta referente al consumo de
drogas; En cuanto a habilidades sociales la subescala de problemas personales resulto en niveles altos en el 49% de
los participantes del grupo experimental con una media de 212.16 con una desviación estándar de 29.83, mientras que
en el grupo control se presento una media de 207.55 con una desviación estándar de 26.81 de una puntuación máxima
de 360; el grupo experimental presenta un 21% de los participantes con ansiedad severa y un 26% con ansiedad
moderada mientras que el grupo control muestra un 1% de participantes con ansiedad severa y un 25% con ansiedad
moderada; se destacan los niveles de depresión de ambos grupos, el grupo experimental presenta una media de
159.47, una desviación estándar de 39.74 y el 47% de los participantes presentan depresión en nivel elevado mientras
que en el grupo control la media es de 145.20 con una desviación estándar de 44.05 y un 30% de participantes con
depresión en nivel elevado, la puntuación máxima de la escala es de 290 puntos; en percepción de estrés ambos grupos
se encuentran en niveles moderados con una media de 49 puntos; la subescala de recompensa divina en la escala de
pensamientos automáticos sobresale al aparecer en el 60% de los participantes del grupo control y 68.42% del grupo
experimental.
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