Para quienes nos gobernarán: el reto de eliminar el egocentrismo

Abstract

Vivimos la quietud que deviene del frenesí de una elección, seguramente en este momento existen diversas reuniones en las que se esta conformando la totalidad de los cargos públicos que integra la administración Estatal y Municipal.

Lo anterior se debe a que una de las peculiaridades de nuestro sistema democrático consiste en elegir al liderazgo de una persona, pero no al equipo que coadyuvará para ejercer el poder, en este sentido, mis mayores deseos que en esa elección del recurso humano, no existan personas con egos de sed insaciable.

La premisa toral de la reflexión es eliminar todo rastro de egocentrismo en los próximos funcionarios públicos, con ello se evitaría la constante intervención pública caracterizada por el culto a la personalidad, la innecesaria intervención en proyectos o procesos validados o el exigir pleitesía a la ciudadanía.

Es tan sencillo pronunciar lo anterior que parecería carente de sustancia, por ello, la anterior premisa se sostiene en precisos detalles que se deberán seguir para que las personas que gobernarán sean virtuosos y respetuosos de la cosa pública.

En este sentido, no cabe duda de que somos hijos e hijas de nuestra época y ésta se encuentra caracterizada por la velocidad, se vive a un ritmo vertiginoso, que sumado al egocentrismo da como consecuencia que el gobernante ambicione materializar la formula pensar-actuar, sin embargo, alguien con la virtud de la paciencia promueve el mecanismo contemplar-padecer.

Entiéndase la contemplación -virtud- como un término que no evoca improductividad o falta de quehacer. Todo lo contario, consiste en que la persona que gobernará comprenda que la sociedad es un ente que, en primera instancia no se encuentra como receptor natural de cambios o reformas -reingeniería pública- sino como un emisor de afectos, de colores y de lógicas sociales, eso que irradia debe de ser contemplado.

Es en la contemplación, donde nace la idea que la servidora pública deberá de permitirse el padecimiento social: ser la receptora de las lógicas de cada ciudad, cada colonia, cada grupo vulnerable. Permitir que la realidad le haga daño, que sufra no contar con servicios públicos en su hogar, el desastre causado por obra pública mal planeada o el debilitamiento por comer una sola ocasión en el día. Porque solo en el padecimiento se comprende lo que verdaderamente se necesita para modificar la realidad.

Entiéndase que lo anterior, no tiene la función de observar la necesidad, porque esa es notoria y sabida, lo que permite es ajustar los mecanismos para que la política pública sea eficiente. Es decir, no es más que un proceso de tomar conciencia sobre la potencia de la implementación de las políticas públicas desde la cotidianidad social.

En esta tesitura, es dable mencionar la formula resolver-disolver, aquel servidor público que comprenda que existen cuestiones que van más allá de la competencia del gobierno -eliminar el egocentrismo- logrará identificar aquellas contrariedades que desde su poder y voluntad las deberá resolver. Sin embargo, y más importante, tiene el deber de observar cuales no podrá resolver, por lo que solo le restará disolverse ante los efectos.

Un ejemplo de lo expuesto son las perdidas humanas, un gobernante no puede regresar a la vida a un padre de familia que murió por la falta de seguridad pública, pero sí puede disolverse: hacer suyo el dolor de los familiares, ser empático, incluirse en la emoción de la perdida.

De lo anterior nace el acogimiento -virtud- consistente en la capacidad que deberá tener el gobernante de no realizar juicios o prejuicios de las solicitudes ciudadanas. El acoger una demanda social evoca la obligación de quitarse de en medio entre el ciudadano y la situación que sufre, es decir, no justificar la petición o el dolor de quien la padece, solo aceptar en la pureza de la solicitud.

Otra característica del modelo de servidor público es que deberá disfrutar -virtud- su función, el disfrute bajo la característica de la plenitud personal y la obligación de comulgar con la realidad, es decir, pregúntese ¿Cuándo disfruto de la lectura de un libro? Seguramente, cuando se tomo el tiempo de leerlo y no permitir que nadie se interponga entre usted y las letras. Así el gobernante, no deberá concebir lo que sucederá en tres o seis años, sino situarse en disfrutar el hoy.

Por último, al evitar el egocentrismo se pone en relieve la constante búsqueda humana del bien-estar y el bien-ser, ponderando la segunda sobre la primera, ya que los gobernantes en lugar de valorar el incremento de sus cuentas bancarias, del patrimonio o el reconocimiento social, le asignarán mayor valor a la felicidad y la transcendencia del ser, con ello, se extingue la posibilidad de corromperse y nace el ideal de gobernante.