Heidegger y el Zaratustra nietzscheano

Abstract

La necesidad de repensar a Nietzsche se inscribe en la de superar a la metafísica por aquello que ya anuncia su fin: “Volver a pensar la metafísica de Nietzsche se convierte en una meditación sobre la situación y el lugar del hombre actual, cuyo destino, en lo tocante a la verdad, ha sido escasamente entendido todavía” (Heidegger 2012: 158). O, para formularlo con signos de interrogación: “¿en la metafísica de Nietzsche, que experimenta y piensa por primera vez el nihilismo como tal, se supera o no el nihilismo?” (Heidegger 2014: 790, itálicas en el original). Para Heidegger, tal metafísica no consigue superar el olvido del ser ya que quedará sobrepuesto a la determinación de valor que haga Nietzsche, como hemos señalado. Hasta el final de la metafísica, no habrá nada del ser. Habremos de referirnos brevemente a la forma en que Heidegger encara el pensamiento nietzscheano, particularmente en la figura poético-profética de Zaratustra, con el objeto de destacar algunos de los elementos que, de cualquier manera, figuran en su propio pensamiento (resulta interesante constatar que, en esas fechas, elabora sus decisivas Las interpretaciones sobre la poesía de Holderlin, así como escribe su Introducción a la Metafísica (1935). No sólo Heidegger realiza uno de los más importantes análisis exegéticos de la filosofía nietzscheana, antiplatónica pero a la vez “metafísica”, sino que es posible identificar elementos que, de dicho pensar, le serán útiles en momentos en que Europa enfrenta uno de sus riesgos mayores y donde las ideologías explotaban la irracionalidad de las masas; ese espíritu de rebaño que denuncia tan vivamente Nietzsche. Heidegger se suma al diagnóstico nietzscheano de la decadencia de Europa --llámese nihilismo--, pero también, y por lo mismo, encuentra soluciones que el mismo destino europeo tergiversó en su pensamiento. La alianza o convergencia de ambos pensamientos sólo cobra sentido en función de las circunstancias trágicas del momento, las que deben sumarse a la explicación del giro que tomó su filosofía, confiriéndole a la idea de un pensamiento poético, o “meditación pensativa”, una posición central.